LA DELGADA LINEA AMARILLA
El tiempo con el que ahora cuento para ver una película se ha reducido, por lo que mis decisiones para seleccionar algo del limitado catálogo de la ya tan conocida plataforma por internet se vuelven algo más concienzudas. Hace unos meses me topé con un titulo: La delgada línea amarilla (2016). De inmediato llamó mi atención por su clara alusión al film bélico de 1998, la delgada línea roja de Terrence Malick. La imagen de la portada, pensé, muestra lo que muy seguramente será alguna guarrada típica del cine mexicano: poner un título que sea un remake, según no intencionado, de alguno que otro churro gringo; lo cual, irónicamente, funciona y genera dividendos en las salas de cine.
Hay un detalle que me mantiene indeciso, pero me inclina más a favor de presionar el botón y dar ENTER en el control remoto; esto es el protagonismo del actorazo Damián Alcázar, aquel señor que, de una manera acida, sarcástica, hasta verídicamente cruel, nos ha dado interpretaciones memorables en las películas del director Luis Estrada. (El Infierno, La Dictadura Perfecta.) Reviso el resto del elenco y está colmada de actores que, a mi parecer, son las joyas de nuestro cine actualmente; Joaquín Cosió, conocido en su papel del luchador Rubén “Mascarita” en Matando Cabos; Silverio Palacios, aquel pobre “Barbacoa de Chivo” que querían ahorcar en la película de cortometrajes Cero y Van 4; Gustavo Sánchez Parra, entre otros más que llevan todos una cara mexicanísima, en fin.
Termino por decidirme a verla y, para mi grata sorpresa, no solo es una película solida, engañosa a primera vista, sino que el hilo narrativo se sostiene con un par de sucesos en la trama, sin caer en los clichés de ese genero, es decir, la opera prima del director Celso García logra de una manera sencilla, con incidentes propios de una “profesión” tan atípica, mantener la atención en un grupo de individuos dispares pero creíbles en una especie de road movie involuntaria. Alguna vez me tocó conocer en persona a un grupo de trabajadores similares y a su capataz en un camino de Baja California y, lo crean o no, las similitudes son apabullantes. Ésta en una película aparentemente sencilla, pero invita a la reflexión profunda no solo de nuestra realidad, sino de nuestra existencia, una existencia que esta solo determinada por una delgada línea amarilla, como lo anuncia el titulo.
Se hace una invitación a seguir muy de cerca a su director, muy seguramente seguirá dando de qué hablar. No por nada Guillermo del Toro soltó dinero de su bolsillo para su realización.
Alejandro Razo