LOS HOMBRES EN LA DANZA FORMAL

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Fotografia- Tim Gouw

     Durante el siglo XX y lo que va del  XXI los hombres han peleado una ardua lucha por encontrar su identidad en la danza, una rama del arte en la que, contrariamente de lo que ha pasado en muchos otros campos, el hombre fue perdiendo terreno hasta quedar casi desterrado. Desde principio del siglo pasado con el ballet teatral y la aparición de las zapatillas de punta la mujer ganó terreno, hasta convertirla en una disciplina casi en su totalidad femenina. Fenómeno  extraño, ya que no podemos olvidar que en su inicio la danza como casi toda disciplina artística era una disciplina para hombres.

Lo cierto es que la danza como la música son prácticamente inherentes al ser humano, el movimiento y el deseo de expresar estados de ánimo a través de este y el ritmo son parte de la naturaleza humana, y como ejemplo basta observar a los niños pequeños, en sus primero años; no hay niño que no se mueva al escuchar música, ¿por qué entonces este entusiasmo y naturalidad de movimiento se pierde en el hombre conforme crece mientras que en la mujer continua? La respuesta es fácil, los prejuicios y la presión social hacen desistir a muchos de su pasión natural.

Fotografia: Miguel Mayoral

 

Hace tan solo algunos días me encontraba esperando a una persona en el café del CEARTE, mientras un joven de no más de 22 años, acompañado de una joven, se subió al escenario para hacer un attitude croisée derrière, algunas pirouettes y terminar con un limpio croisé devant  mientras su acompañante le tomaba fotos con el teléfono. Entonces, un hombre de unos 45 años que estaba detrás de mí comenzó a reírse en forma escandalosa para hacer obvia su burla. Volteé, y lo miré con fijeza y guardó silencio, pero en cuanto regresé mi mirada al joven el hombre volvió a reír susurrando en voz baja y ofensiva la palabra “Marica”. He sido profesora de danza contemporánea y Ballet por muchos años y, todo ese tiempo, solo tuve dos niños dentro de mi clase de ballet, y no más de cuatro hombres adultos en danza contemporánea, dos de los cuales eran también estudiantes de teatro, un joven alumno de unos 16 años, alto, muy fornido y con novia, me comentaba siempre que si su padre se enterara lo mataría…

 

En sus apuntes humanistas, el pensador Mexicano Antonio Caso, nos marca reiteradamente la disparidad en el avance y desarrollo de la sociedad contemporánea, nos habla de que en en el siglo XX el ser humano alcanza logros sorprendentes en campos tales como la ciencias y la tecnología, mientras que en el ámbito moral se estanca y su forma de enfocar el mundo y la realidad que lo rodea se queda totalmente obsoleta e, incluso, parece una marcha en retroceso. Tal es el caso de los roles de género aún ahora en el siglo XXI, tema aún tan polémico y del que se habla tanto en estos días.

Fotografiia: Miguel Mayoral

Arrastramos como lastre una moral decadente que impide nuestro desarrollo y crecimiento en un sinfín de áreas, y el ausentismo de hombres en la danza formal es muestra clara de ello. Si bien la historia de la danza ha tenido un sin fin de renombrados bailarines que se han ganado a pulso su lugar en la historia, la realidad de los salones de clase repletos de niñas vestidas de rosa nos habla de estos prejuicios. Mientras que la mujer comienza su camino en la danza muy tempranamente, entre los cinco y los ocho años, el hombre incursiona en esta, generalmente entre los 18 y los 21 años. Las mamás alientan siempre a las niñas al estudio del ballet, mientras que rara vez se alienta a un niño en esta disciplina con el prejuicio de que se hará afeminado. Aun cuando el hombre sintiera el amor por la danza, la sociedad y el peso de sus prejuicios se encargaría de desalentarlo, y más aún en países como el nuestro, con una fuerte carga machista y un gran abismo de ignorancia. Y enfatizo la palabra ignorancia, pues es por esta que el común del hombre teme a la danza, por desconocimiento total, ya que es en la danza como en ninguna otra disciplina donde la diferencia de roles está más que bien instituida, mientras la mujer es una figura frágil, etérea, femenina, el hombre juega un papel, fuerte, firme, sólidamente masculino. La danza como disciplina formal, es dura, es una disciplina de fuerza y resistencia, de precisión de movimiento, donde el hombre encaja a perfección como en cualquier disciplina atlética, pero que además le da la oportunidad de desarrollar su lado emotivo, de expresarse, de transformar el movimiento en lenguaje.

Fotografia-Andre Branch

Mientras que para la mujer el mundo de la danza es en extremo competido, y por lo cual encontrar un lugar en él profesionalmente es muy difícil, el ausentismo de hombres les abre las puertas y les pone la alfombra de terciopelo para abrirse paso. Sin embargo, los prejuicios son tantos y tan fuertes que ha llevado a algunos a afirmar que “la danza es una profesión para hombres valientes”. No fue así como lo vieron los rusos en el siglo xx, quienes entrenaron niños libres de prejuicios como quien entrena a un atleta, convirtiendo a la escuela rusa en una fábrica de grandes bailarines, seleccionando a los niños desde pequeños y marcando claramente la diferencia de entrenamiento entre niñas y niños, definiendo muy bien sus papeles, mientras al hombre lo hizo fuerte y atlético en la mujer desarrolló la ligereza y la fragilidad, exaltando en ambos una técnica perfecta y una expresividad que ha hecho al hombre pasar de simple acompañante a intérprete solista, dando al mundo bailarines como Nijinsky, Varishnikov, o Nureyev y marcando los métodos de educación dancística en todo el mundo.

 

La danza es un campo de expresión  abierto a ambos sexos y ya es hora de que el hombre y la sociedad lo entiendan y dejen de sembrar prejuicios, abriendo oportunidades para que los niños  experimenten de la misma forma que experimentan cualquier otra disciplina física. No olvidemos que la danza en México tuvo su auge cuando la escuela nacional reclutó niños y niñas de todos los sectores sociales y los entrenó a la manera de los países socialistas, tuvimos entonces grandes personalidades como José Limón, o Guillermina Bravo quienes hicieron escuela. Ya es tiempo de que nuestra moral avance, y demos al hombre la libertad de identificarse con la danza de la misma forma que lo ha hecho en tantos otros oficios y profesiones que le han sido siempre bien vistas.

Zoar A. Melek.

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