EL LADRÓN DE LIBROS
Sales de la oficina para ir a comer y cuando caminas por el parque, descubres que el paradero de libros que llevaba quién sabe cuánto tiempo inactivo había sido víctima de un cristalazo y de un saqueo, muy probablemente por un malandrín que aprovechó las tinieblas de la madrugada para llevar a cabo su atraco. ¿Quién carajos robaría libros?, ¿qué haría con ellos? y ¿qué pasó por la mente del ladrón para planear esto? Estas y otras preguntas te atrapan y como aun no has visto la posible respuesta en una nota periodística en la sección policiaca o en la sección cultural (la verdad no sé en qué sección vendría), te formulas lo siguiente:
Luego de varias semanas de tener muy bien ubicados los objetos de valor, en medio de las tinieblas de un parque que descansa en silencio, el sujeto saca un martillo de entre sus ropas y de un solo impulso quiebra la ventana del mueble. Rápidamente comienza a meter el botín en una mochila donde entran también algunos pedazos de cristal. Luego de percatarse que comienzan a encenderse las luces de algunas casas que circundan el parque, el hombre se echa a correr y se introduce en una propiedad abandonada donde tiene como fin esconder el nuevo tesoro.
Con la adrenalina aun en su cuerpo que le provoca temblores y un incalculable temor por ser sorprendido por la policía, pues cuenta con una orden de aprehensión por el delito de robo de huevos de gallina en algún pueblo, el hombre se toma unas pastillas que lo tranquilizan un poco pero que le hacen ver figuras y escuchar sonidos extraños para después caer en un profundo sueño.
Arriba la mañana al puerto de sus parpados y envuelto en una resaca por la droga que se introdujo horas antes, abre la mochila para entonces sí tener en sus manos su nuevo botín. Libros de poemas románticos, novelas de caballeros, cuentos para niños, guiones de películas, ensayos filosóficos, revistas sobre ciencia. Y he aquí el momento en que un hombre, quien nadie daba un peso por él, decide convertirse en el capo más famoso de la Vía Láctea.
El hombre toma un libro de poemas y comienza a leer de principio a fin. No entiende mucho de lo que lee pero sabe que es riqueza pura, que las palabras son poder, que las metáforas son portales para llegar a otros mundos y expandir la realidad que antes parecía desconocida. Las tripas le gritan y decide ir a algún lugar a desayunar. Al pasar por el parque descubre que ni los vecinos ni la policía se encontraban en la escena del crimen. Ninguna cinta amarilla rodeaba el área para iniciar una investigación y tampoco nadie lloraba por la pérdida.
Una vez terminado su desayuno, el hombre le dice al empleado que no tiene dinero para pagar, pero que tiene algo mejor, algo que comienza a volverse prohibido y que muy pronto incrementará su valor en el mercado negro. En el mercado de lo ilegal. Por su puesto, el empleado lo tira a loco y le dice que le pague todo lo que se comió, pero luego de que el ladrón usara algunas técnicas de la retórica aristotélica que leyó en uno de los libros y un poco de metáforas y rimas para embellecer sus palabras, logra convencer al hombre, quien acepta que el establecimiento sea un punto de venta ilegal para traficar con libros.
Al regresar a la propiedad, descubre que gente se había metido a su guarida y se había llevado bolsos, celulares, cables de cobre y demás objetos que había robado semanas antes, mientras que los libros permanecían intactos. Ya se imaginaba quienes le habían robado pero esos objetos habían perdido su valor para él. Entonces, comenzó a leer los libros, uno por uno, en silencio, en voz alta, acostado, sentado, de cabeza, caminado de muchas maneras, iniciándose en lo que sería un proceso de iluminación sin retorno.
Las semanas pasan y el hombre cuenta con varias cuadrillas de delincuentes que trafican libros en todas partes. Lo sé, lo sé, no me van a creer. Pero cuando vean al tipo más rudo y peligroso del barrio de allá arriba, sí, ese que está por allá, fumándose unos poemas de Benedetti en vez de cristal y enloquecido con los cuentos de Cortázar, ustedes me creerán. La red de tráfico ilegal de libros se había expandido por toda la república. Los sicarios ya no existían. En vez de que se dieran de balazos, para mantener o quitar una plaza, lo que hacían eran slams de poesía o concursos de ensayo. El gobierno no contaba con el personal suficiente para combatir la fiebre por la lectura que se convertía en pandemia y se introducía en el tejido social.
Aquel que una vez fue un ladrón cualquiera se había convertido en un héroe para los criminales y en un modelo a seguir para los más jóvenes. Con decirles que tenía corridos que podías escuchar en cualquier antro y hasta le hicieron una serie en Netflix. Era el hombre más buscado por la policía mundial. Decían que era un desestabilizador social, un terrorista, un soñador.
Al final nadie supo si realmente existió, si seguía vivo o muerto, pero siempre será un personaje digno de contar su historia.