20140915171842

Era la Francia de 1825. Hijo de padres adoptivos, cruelmente tratado en un ambiente denigrante y pasando días enteros con hambruna extrema. Tenía unos padres irresponsables y viciosos. No entiendo por qué adoptaron tantos hijos sin tener con que poder mantenerlos. Heramos dieciséis hermanos; hombres y mujeres, sin compasión por ninguno. Qué vida más inoportuna viniendo de padres londinenses. No puedo creer que haya tenido el valor suficiente para haber aguantado tantos años con ellos.

He pasado los últimos días sólo recordando el pasado infructuoso que me hicieron pasar en Francia ¿Cómo es qué llegué a manos de ellos? Inventaron historias acerca de nuestras llegadas. Dieciséis llegadas diferentes. Solía tener hermanos de Portugal y Australia. ¿Cómo llegaron ellos aquí? ¿Qué clase de monstruos son los llamados padres?

Eran cada vez más constantes las actitudes raras de mis padres. Salían días enteros a cazar mientras nos dejaban a nuestra propia suerte encerrados en casa, sin permiso de salir. Se olvidaron de nosotros tan rápido que no llegaron hasta la siguiente semana. Mis hermanos mayores se comieron al bebe de tres meses. El hambre era atroz. Fue la tercera noche de soledad en la casa y el noveno día sin probar alimento alguno que no fuera simplemente agua. Esa noche escuché gritos y lamentos que provenían de uno de los cuartos que se encontraban en la casa. No logré ver con exactitud porque estábamos en completa oscuridad. Sin embargo, me sumí en la profundidad de los sonidos. Percibía la tensión que emanaba de ahí. Temía que también me comieran.
¡Qué clase de monstruos son!

Su llegada la semana siguiente, me hicieron pensar una cosa: ellos no son como yo, ninguno de ellos lo era. Me miraban de manera extraña, hasta mis hermanos me miraban como si fuera una presa fácil. Sin embargo, nada me hicieron esa noche. Nadie se percataba de la ausencia de mi hermano pequeño, sólo yo lo extrañaba. Tampoco nos alimentaron esa noche ni mucho menos los días que siguieron ¿qué hacía para sobrevivir? Mendigaba. Mendigar se convirtió en mi oficio. Era muy pequeño para trabajar y ganarme la vida. Las personas en esa época se apiadaron más de mí que de mis hermanos. Ni siquiera los conocían. Era la primera vez que salía a la ciudad después de años de cautiverio.

Pasé años tratando de averiguar quiénes eran ellos. ¿Por qué se hacían pasar por mis padres? ¿Cómo es que llegué hasta ellos? ¿Qué hacía yo en París en 1852? Me llevó años investigar, comprobar y por fin llegar a la conclusión de que ellos no eran nada. Fui criado los primeros nueve años de mi vida por los seres de la oscuridad. Ellos no eran mis padres. ¿Quiénes eran entonces?

Sigo sin atreverme a decir quiénes son en realidad. Los he vuelto a ver después de mi salida. Siguen igual que hace ochenta años. Los reconozco fácilmente. Caminan entre nosotros como si fueran uno de los nuestros. Han salido por una razón. Ellos nos siguen buscando. Intentan encontrarme. He hecho de su caza la mejor actividad. Nunca se detendrán.

Te advierto que la presa somos nosotros pero tú eres el primero.

Deja un comentario