Iván Gutiérrez / A los 4 Vientos

Encierro en el centro de la nada:
cuatro bajan, ocho suben

La multitud callada como en un sepulcro,
ensimismada en su hermética soledad,
defendiéndose contra la insistencia de contacto
que impone la reducción del espacio vacío;
cada centímetro aquí es de carne y angustia,
de existencia arrojada al porvenir

En la prolongación del tiempo contradictorio
se escabulle una imagen morbosa:
todos los cuerpos desnudos restregando
sus capas de sudor en la
máquina del infierno seco

Puertas se abren y (en)cierran
en un ciclo inútil, absurdo;
la luz se ha ido nuevamente
y ahora hay que cambiar de transporte

Es la mediocridad que llueve
cada noche en la Ciudad de México,
la miseria acostumbrada, casi añorada
por el orgullo del espíritu mexicano
bueno para aguantar condiciones
abusivas, indignas y violentas
y seguir como si nada

Para quienes gobiernan
nuestro tiempo no importa,
no vale nada si no es
para producir riqueza que puedan robar,
vender, saquear, robar, robar, robar;
da igual que el metro se detenga 4 veces
entre cada estación, mientras
el proletariado llegue a su casa
después de la explotación laboral

El cansancio va de boca en boca,
los sueños llevan de fondo los
anuncios publicitarios tapizados
en cada vagón

La distancia entre los pasajeros es mínima;
fácilmente podría besar a la mujer que me ve fijamente,
¿qué son diez centímetros de aire sofocado
y contaminado por todos nosotros?
¿Eso me convertiría en un violador
o en el protagonista de una película romántica mexicana?

Caos y orden se violan sin detenerse
a pensar quien va a pagar el uber de
la mañana siguiente

Aquí convive la muerte con la alegría,
el hambre con el arte,
el uno con el otros

Es una adicción al desorden,
al ritual de la sumisión que permite
breves y efímeros brotes de independencia,
para después aprisionar de nuevo
al espíritu en la condena absoluta
del laberinto espectacular
que representa la enajenación mexicana

Sólo el pensamiento se desenvuelve sin ataduras;
paradójicamente, sólo incorporando
la lucha individual con un ideal colectivo
se puede transformar el encierro en libertad,
la creación en bondad, la forma líquida en permanencia.

Las puertas se abren y (en)cierran,
la gente sale y entra,
nos vemos y nos alejamos

Abrazados,
bailamos en el fondo del abismo urbano,
salimos desbocados a una ciudad que no se detiene
por más que la cordura,
las paredes y los tiempos
tiemblen.

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