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Página de inicio. Nuevas notificaciones. Like. Comentario en foto de Sandra. Inicio. Scroll, scroll, publicación de un amigo sobre el transporte público, noticia de corrupción de magistrados en México, canción de Enrique Bunbury, álbum de fotos de concierto de Genitallica en Abels Bar, foto de hamburguesa con filtro, actualización de estado preguntando un lugar donde arreglen laptops, publicidad de Agua Mala, selfie, meme de Peña Nieto, selfie. ¿Cuándo pasó tanto tiempo? Da igual. Scroll, scroll, scroll…

 
En publicaciones anteriores hemos hablado del espionaje digital, de la sociedad de la vigilancia voluntaria y también de las plataformas y espacios donde los millennials desperdician su vida, tales como las redes sociales, YouTube, Netflix y los videojuegos online. Sin embargo, ha llegado el momento de adentrarnos en el impacto psicológico, sociológico y filosófico de un fenómeno derivado de nuestro uso de las nuevas tecnologías: la dispersión de la atención.

 

En la columna de esta semana hablaremos primero del aspecto psicológico de este fenómeno. Internet y en específico la dinámica de consumo abusivo de información que promueven las redes sociales tienen series impactos en nuestras capacidades cognitivas, en particular, en nuestra capacidad de enfocarnos en una sola tarea o actividad. Saltar de una publicación a otra, de un mensaje privado a un perfil público, del correo electrónico a YouTube, de un navegador a otro en un par de segundos es un comportamiento que todo millennial con acceso cotidiano a la web conoce a la perfección, pues lo experimenta a diario.


El llamado “multitasking”, definido como la habilidad humana para realizar más de una tarea a la vez, ha invadido la cultura juvenil digital, deslizándose a la par por todas las relaciones sociales, escenarios humanos y en sí, en todos los aspectos de la vida cotidiana de las nuevas generaciones.
Este comportamiento de múltiples tareas, anclado con el tsunami de información accesible con todo teléfono celular de última generación, da como resultado una juventud acostumbrada a una dinámica de consumo torrencial que tiene serias implicaciones en la concentración y la conciencia, provocando que el pensamiento divergente secuestre la psique, hoy desenfocada e incapaz de mantenerse en un punto constante por un periodo de tiempo prolongado.


Podemos aterrizar este fenómeno en la realidad ejemplificándolo con el consumo de información en el muro de Facebook, tal como lo hiciéramos al inicio de esta columna: en 1 minuto un joven de esta generación visualizará un aproximado de entre 10 y 40 publicaciones, entre fotos, gifs, memes, noticias, actualizaciones de estado y videos. La velocidad a la que fluirá la imagen ante sus ojos será extraordinaria, dedicando lo más mínimo de tiempo posible a cada publicación para pasar de inmediato a la siguiente, en una glotonería insaciable de más y más información, interactuando a la par de una manera ágil con likes, comentarios, mensajes privados, noticias, música, video, fotografías.


Es preciso señalar que la dispersión de la atención no se da únicamente por el uso de las plataformas sociales, sino también por el uso de las nuevas tecnologías, pues la dinámica acelerada también se materializa en el traslado de una aplicación a otra (en el caso de las computadoras, de un programa a otro). En un momento estoy deslizando el dedo por el muro infinito de Facebook para de inmediato pasarme a Instagram. Corazón, scroll, scroll, corazón. Oh, mira, tengo un nuevo mensaje, lo abro. Vamos a buscar en google qué significa esta palabra. Ah, ya es hora de mandar un nuevo tweet. Genial, nueva notificación. Y así a lo largo de todo el día, todos los días. Pasar de un objeto visual-informativo a otro es la ley, pasar de un pensamiento a otro con velocidad es la consecuencia.


La industria, los medios y los políticos comprenden muy bien este escenario de nuevas formas de consumo de información y flujo de espacios digitales, es por ello que los departamentos de publicidad, diseño web, diseño gráfico y producción audiovisual de hoy en día protagonizan una guerra informativa de grandes proporciones, desapercibida para la mayoría. ¿El premio? La atención de los usuarios, es decir, la inversión del tiempo para detenerse a consumir tal o cual contenido.


Conseguir que un usuario lea esta columna representa para mí una victoria en un campo de batalla donde se compite con todo tipo de contenidos y unidades informativas. Imagínese usted tratar de captar la atención de una generación que consume publicaciones como un adicto a la nicotina lo hace con cajetillas de cigarros, jóvenes cuya dispersión de atención seguramente les impedirá terminar de leer este texto.Los medios informativos son quienes seguramente más comprenden este contexto bélico. En el mundo de hoy saben que tienen que luchar contra memes, videos de gatos e infinitud de banalidades al momento de hacerle llegar una noticia importante a la audiencia. La competencia es desenfrenada, la atención, escasa. Y la indiferencia, absoluta.

 

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