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A los muertos no les puede dar un calambre en la papada,

se expiró su permiso, entregaron el libro prestado entre el

silencio de la biblioteca, quizá nazcan nuevamente,

entre el preludio de algún guitarrista o de remojarlos

con estas palabras,  ya no lavarán su ropa, no pensarán

por quién votar,  no tendrán frío, pues ellos significan eso.

Desde abajito truena una quijada, tienen la resaca del polvo,

su aliento pide cebolla cuando se cansa de masticar terrones.

Extrañan los días de pesca, la gripa, el café y a las mascotas.

Dicen que los domingos miran el fútbol y los lunes tienen honores

a la bandera,  saben por viejos carteles que tuvieron piel.

Sus satélites son cruces o lápidas, garabatos con líneas del tiempo,

recostados entre las flores, museo de las penas y el llanto.

No hay valientes, el aguardiente es una promesa, por las noches

aúllan a la luna, se saben todas las leyendas y los libros de texto gratuitos,

Llenan su lotería con las piedritas que tiran las abuelas al limpiar los frijoles,

están en paz con los insectos y te extrañan a ti, a mí y a ustedes.

 

 

II.

 

Me siembro, me cosecho, me corto.

Corro de puntitas frente a tu foto,

pateo la colmena entre el zumbido de mi niñez,

el aguijón son tus ojos,  cerrados, ausentes.

Pedí permiso sin goce de sueldo para visitarte,

me lo negó el patrón, pero sobre todo

mis ganas de vivir.

Me pides lumbre para encender la veladora,

frente a mi ventana hay sombras y arena,

me empapo,  juego al detective y no

encuentro tus huellas ni con lupa,

me gustaría aventar una sábana al aire

y que dibuje tu silueta.

 

III.

De pie, esperando a que el semáforo se ponga en verde,

abro una paleta, quise tirar su envoltura a la calle,

pero no quiero ensuciar tu cielo,

dulce criatura del subterráneo.

 

IV.

Te llegó de noche,  vomitada, huesuda.

Arrojada por el cadenero del averno,

con raíces sangradas y ganas de otra copa,

te acechó, te asfixió con su oleaje,

te usó de tronco para su fogata,

de remo para llegar a su isla del tesoro,

un chófer de la última ruta, que no me subió

en la parada, parí un grito que no duró nueve meses

solo dos días, hasta tu entierro.

 

 

V.

Que el intestino de la madre tierra te arrope,

generosa, que alberga a quien la pisó.

En tu tanque de madera, con tus aretes y tatuajes

jugando al caballo de Troya, para llegar a otro reino,

más vivo, más oscuro y repetitivo.

Pinta con tu brocha miles de sonrisas,

estamos damnificados, con sed de tu voz

y amando tus travesuras.

 

VI.

Sigo pensando que jugamos,

cuento hasta el veinte pero nunca estoy listo,

oculta, en penumbra, en la orilla, debajo de la cama,

sigilosa, estás en todas partes, abundas en mi corazón

en mi ropa, mis discos, te conviertes en polvo

y yo soy jornalero, humo blanco y labios de color rosa,

reflejo en el brillo de tu frente, puerto donde te alzo

la mano, colchón de mis pesadillas, toco tu puerta

una y mil veces, quiero verte despierta.

 

VII.

Hoy estamos más unidos que nunca,

somos un globo, una posada.

nunca deseché un te quiero, así que te envío

millones por paquetería, aún no sé tu dirección

espero y el azar me ayude y recibas aunque sea uno.

Lo único que sé, es que estás en otro cuarto, en un sótano

donde mis padres no quieren que entre.

 

VIII.

Una casa del árbol, solo es eso.

Una casita de muñecas, un acuario.

Un anexo, una alcancía, una caminata,

un disco rayado, un lonche,

un carnaval, un regalo, una noche,

una vida, un adiós, solo es eso.

Sencillo, inexplicable, lleno de filosofía,

teóricamente aceptable, digno de enmarcar,

para presumir, para llorar, para recordar,

para desmayarte, para morir como tú,

solo es eso, tú y los vivos.

 

IX.

Nos dieron un brebaje tan siniestro, petrificados,

miramos a los ojos a medusa, se apareció la llorona,

cantamos como borrachos, limpios de mentiras,

fatigados entre el maratón final, el ultimo capitulo,

era Sábado o Lunes, cualquier estación, media noche

con luz cegadora, y te fuiste apagando, fuiste un cometa

y te pedí  paz y fuerza para los míos y los tuyos,

te convertiste en mi balada favorita, un postre antojadizo

que se unta en mis recuerdos, de tu esencia, tus facciones,

tu lodo, tus demonios y todo el amor tan palpable que

nos dejaste caritativamente y  sin abonos.

 

X.

A los muertos no se les ve en bicicletas,

ni pertenecen a las tribus urbanas,

perdieron la timidez, la educación y la envidia,

esperan pacientemente a las lluvias,

no llevan, pero huelen a ungüento y chocolate,

no pagan por entrar a su cine,

pueden quemar las corbatas,

no se arrodillan, pero son nostálgicos,

les duele saber que asaltaron a todos,

sus ojos son limones y lloran semillas,

entienden lo que es un arcoíris, y nos aman a todos,

nos esperan, con sus tradiciones,

son ellos el futuro, la historia

y  el único paisaje,

como la cita del médico o la rueda de la fortuna

la receta de tu comida favorita, tu amante,

tu siesta, son la única guerra santa,

la visita eterna y el árbol que sostiene al mundo,

su único pago es suspirar por su recuerdo,

los muertos, mis muertos, sus muertos.

Y la infinita falta que nos hacen.

 

 

 

 

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